
(Hay los deseos limitados, o sea, mundanos, y, los deseos ilimitados, es decir, espirituales. Del acto de tener deseos se espera una respuesta que favorezca a quién los crea; al no ser correspondidos prende el descontentamiento, decepción que puede derivar en ira. Si transformamos la naturaleza de la raíz de la ira: el egoísmo, en altruismo, cambiamos la naturaleza de los deseos, que más que deseos entonces se convierten en bendiciones, puesto que no se espera nada a cambio, de quién los recibe.)