
El acto de meditar ejerce muchos beneficios en nosotros. Innumerables beneficios en la salud física, mental, interacciona en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos, hace que tengamos una visión de pájaro con todo lo que acontece a nuestro alrededor…, etc. Pero hay algo que es sublime en la meditación…, derrite el hielo del corazón del alma.
Al estar en meditación nos preparamos para ponernos en sintonia con nuestro yo superior, el alma que somos. Olvidamos el cuerpo que está sentado ahí y nos convertimos en un ser sutil, el que verdaderamente somos en realidad. Llegando a este estado incorporal abrimos el corazón del alma y éste se pone a merced de la Luz Divina que poco a poco va derritiendo el hielo que lo atenaza. Y es así de literal de cómo se percibe.
En ese momento desearíamos no salir nunca de ese estado angelical, del estado de yoga (unión) con el Alma Suprema. A lo sumo podremos estar algún tiempo según sea la concentración de cada uno. Pero si sólo es por un instante, aunque sea por un planck (⇒)…, esa Energía Divina penetrará en lo más profundo y empezará la descongelación del hielo del corazón del alma.
(⇒) el tiempo de Planck representa el instante de tiempo más pequeño en el que las leyes de la física pueden ser utilizadas para estudiar la naturaleza y evolución del Universo.