
No puedo generalizar en algo que es sumamente particular de cada cual. Sencillamente, la meditación es inherente a cada mente, y el camino que sigue cada persona para poder tener una buena conexión, es algo muy especial y diferente para cada uno. Por ello, lo único que puedo dar, es mi propia experiencia en eso, por si sirve en algún momento a alguien. Lo que sí es general es que al tener prácticas continuadas de meditación hace que cada vez sea más fácil el proceso. Se sabe que ir al gimnasio periódicamente, capacita a tener un cuerpo bien ejercitado; pues lo mismo ocurre con el cerebro, además según estudios científicos, se asegura que es el único órgano que no se desgasta con el uso.
Pues bien, en el primer momento de sentarme en meditación, me aseguro que el cuerpo esté cómodo, todo y así, cuando el tiempo es largo, una hora, a la mitad rectifico la posición para que el cuerpo no reclame mi atención. Dejo que los ojos reposen en algún punto; en mi caso es un puntito suave, un reflejo de luz; algo que no genere pensamientos adicionales. Poco a poco me concentro en ello y voy dejando que los pensamientos vayan ralentizando y creo un pensamiento positivo para mí y para el mundo. En este punto dejo que esa energía lo llene todo y me quedo ahí, simplemente experimentándola.
Eso se puede mantener un tiempo antes de que empiece el “enramado aleatorio de pensamientos colindantes”. Cuando eso ocurre no soy consciente de ello hasta unos instantes después, entonces, sin alterarme, vuelvo a retomar el pensamiento inicial. Eso será así durante bastante tiempo, pero no he de desanimarme, porque poco a poco la conexión especial lo abarcará todo, y la mente gozará finalmente del estado angelical, el estado sin cuerpo, en donde tengo la máxima libertad que el silencio de la mente me proporciona para “volar” en el espacio-tiempo.