
Ayer estuve en una clase virtual en donde se trataba el tema de los obstáculos de la mente.
Como humanos tenemos la suerte de comunicarnos entre nosotros y así, a veces avanzamos. Todo depende de la actitud que tengamos y de lo que absorbamos. Si embebemos lo negativo, nuestra mente alimentará eso. Pero de hecho hemos de tener fe en nuestro intelecto e indagar, nunca cansarnos de indagar en nuestro interior. Ver que hay en nosotros mismos que sea verdadero o añadido; las creencias no solo vienen de afuera, también nos las creamos nosotros. Todo aquello que “supongamos” de algo o de alguien son nuestras creencias, lo hemos creado, nos hemos hecho la película sin molestarnos en saberlo de primera mano.
Cuantas veces habremos dicho: -ese me cae fatal. Y si alguien nos pregunta el porqué, seguramente diremos, -no lo sé, pero lo siento así, cuando le veo aparecer.., ya quisiera fundirme para no tropezarme con él. Ese que nos cae mal seguro que recibe nuestra animadversión y entonces se autoalimenta en ambos. Reflexionar sobre eso y veremos cuantas películas nos estamos haciendo cada día… Eso va modelando nuestra mente y se va convirtiendo en barreras, obstáculos; nos va encarcelando. ¿Qué peor cárcel que aquella en que nosotros mismos nos hemos encarcelado? ¡No hay carcelero que pueda abrirnos..! Y nos hemos tragado la llave… Lo mejor seria ir y romper esa “maldición” dándole los buenos días e intentar conocer a esa persona.., ¡a lo mejor nos sorprendemos!
Hay un obstáculo creado en el que me he visto muy bien reflejada: negar los sentimientos, los sufrimientos. Eso es reprimir. En la clase se puso un ejemplo muy plausible: ¿Qué ocurre cuando un hijo o un niño pequeño cae y empieza a llorar desconsoladamente? Que vamos rápidamente, le levantamos, le consolamos diciéndole, -¡no llores, eso no es nada!- El niño pensará: -ah, bueno, no pasa nada-, y se tragará el sollozo. Le habremos enseñado a reprimir, porque el dolor del golpe sigue estando ahí, pero le hemos dicho que eso no es nada, en vez de decirle, sí chico, eso duele…, pero pasará. Habrá aprendido a desconectarse de sus sentimientos. Eso es lo que hacemos cuando en vez de ser conscientes de lo que nos atormenta, lo sumergimos, lo ninguneamos y seguimos adelante. 
Al final eso se convierte en algo que nos atormenta desde lo subconsciente y no sabemos por qué estamos tan mal. El profesor puso el ejemplo práctico de cómo recapitular cuando nos sentimos mal sin saber porqué. Dijo: -cuando ocurre eso.., empiezo a ir para atrás, qué ha pasado antes, que he dicho, y al final llego al punto en donde se originó el problema del que no fui consciente-.
Algunas veces me ha ocurrido eso y he intentado reconstruir el hecho y si lo he logrado y visto la causa.., entonces hay un gran alivio: lo veo, aprendo y suelto. Así de fácil. No se trata de reprimir los lloros, el sufrimiento, sino ser consciente de lo que no ha ido bien, pensar si se puede arreglar, aprender de ello y soltarlo. La vida siempre fluye, la vida no se detiene porque algo no vaya bien. Soltemos todas las resistencias que son las creencias que nos hemos forjado y fluyamos con la vida: Aceptar lo que te ocurre, reconocerlo, aprender, cambiar y soltar…, fluir.
Es bueno reconocerse en el espejo, Indica aceptación. Un saludo.
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