“Quienes entregan todo lo suyo al Padre y permanecen livianos, son ángeles”
(Es fácil decirlo pero no tanto el comprenderlo. Entregarlo todo al Padre es entender que nada me pertenece. Solo me pertenece el cuerpo y aún y así se quedará en este mundo cuando lo abandone. “Mi”trabajo, “mi” casa, “mi”familia, “mi” posesión, “mi” problema, “mi” sufrimiento…, todo es cambiante, nada permanece, por lo tanto lo “mio” es algo que no existe; igual que el agua que se cuela entre los dedos. Así pues, ¿por que no considerar que todo es del Padre?, si es de Él y yo soy Su hijo…, lo podré usar, ¿verdad? Pero no habré de preocuparme por nada ya que el Padre/Madre se cuida de todo)