

(No me gustaría pensar que la tan usada frase “quién te quiere te hará llorar” sea la adecuada ni la verdadera, puesto que hacer llorar a alguien no es la manera de comunicarse con nadie. Por ello es mejor pensar que la persona que me está amonestando con más o menos fortuna, no lo está haciendo para dañarme sino para que mi perfección. Es difícil no reaccionar cuando alguien nos rectifica con mayor o menor tacto; siempre surgirá una punzada desde el fondo de nuestro ego, pero esa reacción nuestra nos dará la señal de que estamos siendo conscientes de cuerpo y no de alma. Si somos conscientes de esa señal…, podremos empezar a transformarnos, y, esa amonestación o rectificación no habrá caído en balde; a parte de si lo que hemos hecho para que nos rectifiquen era o no correcto. A lo sumo también lo podremos tener en cuenta, puesto que las muchas de las veces ocurre que no tenemos conciencia de como nos vemos exteriormente.)
[No es cuestión de reprimir nada, no es cuestión de encerrar el grito en nuestro interior, tampoco se trata de ser sumisos, porque eso dañaría más al alma que el propio insulto, rectificación o amonestación. Solo es cuestión de ser conscientes de nuestra reacción interior y exterior. Si no reaccionamos por instinto ante el agravio, poniéndonos al mismo nivel que el que agrede, sino que podemos ser capaces de analizar en un segundo la situación, tendremos la entereza y la realeza aseguradas, y, nuestra dignidad a salvo, y, en consecuencia puede que el pensamiento puro limpie también la atmósfera colindante.]