
Ayer, fui a la tienda del barrio y volví a ver ese trozo irregular y, con un bajo relieve grabado a presión, de ese jabón de un Alepo que ha dejado de existir. Y lo adquirí, esta vez sí. Lo compré como el que adquiere algo muy preciado e irrepetible.
De mi boca escapó un lamento simple y lleno de ternura, pero desató en mis circundantes una profunda tristeza. Sus ojos se ensombrecieron y la energía del lugar empezó a volverse densa, pesada, y, me arrepentí de ese lamento.
No es que quisiera haber escondido la cabeza como el avestruz, no; veo lo que ocurre en el mundo, me doy cuenta de que no es nada corriente, el ambiente mundial está inmerso en ese mismo ambiente que se creó en la tienda de barrio de ayer. ¿Qué puedo hacer yo para no incrementar ese apesadumbramiento global, con mi pequeñez individual?
Ese mundo de hoy, lo creamos ayer con todos nuestros pensamientos. Las acciones vienen de los pensamientos, ¿verdad? Si somos capaces de crear maldades, ¿cómo no vamos a ser capaces de crear bondades?
Es tiempo de ir al grano y lanzar pensamientos dulces, creativos, poderosamente positivos, sabios y capaces de abrir sonrisas en los labios demacrados por los lamentos. Dios dice: en el paraíso no existe la maldad. Así pues…, creemos en nuestros pensamientos el paraíso. Hay fuerza en los pensamientos creadoramente positivos para contrarrestar esta densidad en que estamos envueltos.
No esperemos más, involucrémonos en esa tarea que va a crear una revolución. Un pensamiento positivo tiene más fuerza que 100 de negativos. Es nuestra decisión seguir alimentándonos de negación o de dulzura. ¡Somos los creadores!
A la pregunta de que puedes hacer tu… después de todas tus excelentes observaciones, con tu permiso me permitiría añadir, que con este mismo jabón empezáramos a lavar las tropelías humanas. Un cordial saludo 🙂
M'agradaLiked by 1 person
¡Qué bien! no se me había ocurrido, gracias por comentar. ¡Saludos!
M'agradaM'agrada