
56.- La retina del alma.
Apostada en un saliente del acantilado, contemplo la oscura claridad del horizonte del mar, antes de que los primeros rayos de sol surquen mis retinas llenándolas de suave calor y de vida. De igual forma, a primeras horas de la madrugada, acomodo mi cuerpo en un asiento adecuado para que no reclame mi atención y espero amorosamente que lleguen los primeros rayos de Su Luz Divina a despertar mi visión real del mundo, libre de negatividades, libre de odios, libre cadenas. Esa visión llena de suave calor y de vida al alma: yo, sentada en el centro de la frente de ese cuerpo que he acomodado para que me deje libre y pueda volar.
Precioso vuelo el de la paz.
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