Esto nos pone en la verdadera vía: se puede escuchar, se puede estar rodeado de todos, cuidar lo que hablamos y el lenguaje,

estar inmersos en el mundo pero con el discernimiento nos protegemos. No se trata de meterse en un cascarón y negarse a lo que ocurre, porque al final seriamos ignorantes de todo. O, como los eremitas, apartados de
todo y cómodos en nuestro marco; aunque respeto su elección.