Puc mirar-los als ulls
És la persona individualment la qual ha de decidir canviar la societat amb el seu propi canvi personal. Un bon inici seria començar pel tema “carn”. Avui dia.., amb la quantitat d’oportunitats que hi ha al mercat.., es fa molt evident que els que segueixen menjant “carn dels animals” és per costum i per paladar. Si volem que la societat sigui més digna, sigui més piadosa, sigui més eficient amb les relacions…, aquest podria ser un bon començament: deixar de alimentar-se amb proteïnes sortides del cos d’un altre. Porto 35 anys amb el tipus de dieta que respecta la dignitat de l’animal, sense alimentar-me d’ells.., en fi, no passa res, el meu cos segueix vivint i pot ser que m’hagi lliurat d’alguna que una altra malaltia, a més de tenir una consciència , pel que fa als animals, que puc mirar-los als ulls i sentir que tenim el mateix dret a viure.
El nostre planeta Terra es mereix un respecte. No m’imagino un món amable permetent que els animals pateixin a costa de la meva nutrició. Ells tenen tant dret a viure, com jo, una vida senzilla en la naturalesa amb els alts i baixos que hi ha en ella, no infosos pel seu amuntegament i vida artificial a qualsevol tipus de granja que limita el curs natural dels seus naixements i morts. Està clar que mentre hi hagi qui sigui consumidor d’animals, hi hauran grangers disposats a lucrar-se explotant aquest desig de continuar el seu consum. M’adono que si es vol .., es pot canviar qualsevol cosa; malgrat tot.., som nosaltres mateixos els que han imposat l’estil de vida, per això hi ha esperança; si ho hem fet, també ho podem desfer. (BK Júlia)
(… No es tracta pas de demonitzar el sector ramader i la seva industrialització, sense la qual difícilment seria possible alimentar una societat acostumada a menjar més carn de la que hauria, sinó d’estudiar com fer que la vida d’aquests animals sigui el més afable i feliç possible. -Ecoticias.com)
I can look them in the eyes
It is the individual person who has to decide to change society with his own personal change. A good start would be to start with the theme “meat”. Nowadays .., with the amount of opportunities that there are in the market …, it becomes very evident that those who continue to eat “animal meat” is out of habit and palate. If we want society to be more dignified, be more pious, be more efficient with relationships …, this could be a good start: stop feeding on proteins from the body of another. I’ve been 35 years with the kind of diet that respects the dignity of the animal, without feeding on them .., anyway, nothing happens, my body is still living and I may have been freed from some disease, in addition to having an awareness , with respect to the animals, that I can
look them in the eyes and feel that we have the same right to live.
Our planet Earth deserves a respect. I can not imagine a kind world allowing animals to suffer at the expense of my nutrition. They have as much right to live, as I do, a simple life in nature with the ups and downs that exist in it, not infused by its overcrowding and artificial life in any type of farm that limits the natural course of their births and deaths. It is clear that while there are people who consume animals, there will be farmers willing to profit by exploiting this desire to continue their consumption. I realize that if you want …, you can change anything; after all … we are the ones who have imposed the lifestyle, that is why there is hope; If we have done it, we can also undo it. (BK Júlia)
(… It is not about demonizing the livestock sector and its industrialization, without which it would be difficult to feed a society accustomed to eating more meat than it should, but to study how to make the life of these animals as much as possible. gentle and happy possible. -Ecoticias.com)
Puedo mirarles a los ojos
Es la persona individualmente la que ha de decidir cambiar la sociedad con su propio cambio personal. Un buen comienzo seria empezar por el tema “carne”. Hoy en día.., con la cantidad de oportunidades que hay en el mercado.., se hace muy evidente que los que siguen comiendo “carne de los animales” és por costumbre y por paladar. Si queremos que la sociedad sea más digna, sea más piadosa, sea más eficiente con las relaciones…, éste podria ser un buen comienzo: dejar de alimentarse con proteinas salidas del cuerpo de otro. Llevo 35 años con el tipo de dieta que respeta la dignidad del animal, sin alimentarme de ellos.., en fin, no pasa nada, mi cuerpo sigue viviendo y puede que me haya librado de alguna que otra enfermedad, además de tener una conciencia, con respecto a los animales, que puedo mirarles a los ojos y sentir que tenemos el mismo derecho a vivir.
Nuestro planeta Tierra se merece un respeto. No me imagino un mundo amable permitiendo que los animales sufran a expensas de mi nutrición. Ellos tienen tanto derecho a vivir, como yo, una vida sencilla en la naturaleza com los altos y bajos que existe en ella, no infundidos por su hacinamiento y vida artificial en cualquier tipo de granja que limita el curso natural de sus nacimientos y muertes. Está claro que mientras haya quien sea consumidor de animales, habrán granjeros dispuestos a lucrarse explotando ese deseo de continuar su consumo. Me doy cuenta que si se quiere.., se puede cambiar cualquier cosa; al fin y al cabo.., somos nosotros mismos quienes han impuesto el estilo de vida, por eso hay esperanza; si lo hemos hecho, también lo podemos deshacer. (BK Júlia)
(…No se trata de demonizar al sector ganadero y su industrialización, sin la que difícilmente sería posible alimentar a una sociedad acostumbrada a comer más carne de la que debería, sino de estudiar cómo hacer que la vida de esos animales sea lo más apacible y feliz posible. Ecoticias.com)
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(…No se trata de demonizar al sector ganadero y su industrialización, sin la que difícilmente sería posible alimentar a una sociedad acostumbrada a comer más carne de la que debería, sino de estudiar cómo hacer que la vida de esos animales sea lo más apacible y feliz posible. Ecoticias.com)

Se calcula que hace más de 10.000 años que el ser humano cría animales para sacar provecho de ellos en forma de carne, leche, tejidos y otros materiales. La ganadería de hoy poco se parece a la de entonces, pero para muchos urbanitas, cuyo único contacto con una granja se remonta a las excursiones de los años escolares, la idea de una granja sigue siendo la de una casa, un establo y un corral en el campo donde un puñado de animales corretea por los prados verdes.
Pocas granjas hoy cumplen con esa definición. La gran mayoría son más similares a una fábrica: grandes naves industriales en las que viven de media unos 3.000 animales organizados en jaulas o corrales. Solo de esa forma pudieron criarse en 2016 en la Unión Europea 89 millones de cabezas bovinas, 147,2 millones de cerdos y 87,1 millones de ovejas.

Las granjas son hoy lugares automatizados, conflujos constantes de movimiento de animales, en los que la comida y el agua sale de dispensadores automáticos regulados con precisión. Se calcula cuánto tiempo y alimento hacen falta para que el cerdo o la vaca alcancen el peso ideal de la forma más eficiente para después trasladarlo al matadero y vender su carne. Al fin y al cabo, esto es un negocio y el ganadero quiere maximizar sus beneficios.
La idea resulta escalofriante para muchos ciudadanos que preferimos no saber de dónde sale la comida que llena los estantes del supermercado. Es fácil pensar que la de estos animales es una vida de miedo, sufrimiento y dolor.
Sin embargo, la industrialización de las granjas no debería significar que los animales que viven en ellas lo hagan en condiciones de maltrato. “Piensa que para un ganadero, los animales son sus recursos. Puede sonar frío, pero es así. Y nadie maltrata los recursos que le dan de comer”, explica Arancha Mateos, investigadora del Departamento de Bienestar Porcino de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid.
Pocas granjas hoy cumplen con esa definición. La gran mayoría son más similares a una fábrica: grandes naves industriales en las que viven de media unos 3.000 animales organizados en jaulas o corrales.
“Siempre hay un descerebrado que es cruel con su ganado, pero eso no es ni mucho menos habitual por una cuestión ética pero también de lógica y economía”, añade la investigadora. También científica: la calidad de vida de los animales de ganado influye en la velocidad a la que crecen y en el estado final de su carne.
La ciencia del bienestar animal (que no se centra solo en los de granja) ya es parte indispensable del esfuerzo general por mejorar la calidad de los alimentos, y cada vez se percibe un vínculo concreto más evidente entre ese bienestar animal y la seguridad alimentaria.

“Las amenazas al bienestar animal, incluyendo la inmunosupresión inducida por el estrés, la dispersión de patógenos en sus alimentos o las modificaciones genéticas pueden comprometer la salubridad y seguridad de los alimentos”, explica un capítulo publicado en la monografía Food Chain Quality de la editorial científica Woodhead Publishing.
El texto continúa advirtiendo que “el crecimiento de la ganadería orgánica tiene sus propios desafíos en cuanto a bienestar animal y seguridad alimentaria en lo que se refiere a la seguridad de los animales, la prevalencia de enfermedades parasitarias y la presencia de residuos tóxicos en los alimentos producidos”.
No hay por tanto una forma de ganadería, ni intensiva ni orgánica o ecológica, que esté libre de preocupaciones sobre el bienestar animal y la seguridad para el consumidor.
Un bienestar que la Universities Federation for Animal Welfare, que impulsa el uso de herramientas científicas para asegurar y aumentar esa calidad de vida, concreta en lo que llama las cinco libertades de los animales sintientes, dentro de los que se incluyen todos los vertebrados, y por ello, todos los animales de granja.
¿Pero cómo afectan estos esfuerzos por mejorar la vida de los animales de granja al resultado de un empresario ganadero, que es al final quien debe considerar el invertir o no en estas mejoras?

El equipo de Mateos se dedica precisamente a responder esa pregunta. Como parte de sus investigaciones han participado en la construcción de una novedosa nave de bienestar porcino en Madrid, muy cerca de Moncloa, con la que persiguen un doble objetivo: por un lado, reducir las emisiones de amoniaco y otros desperdicios resultado de la actividad ganadera porcina, y por otro, analizar en qué circunstancias los cerdos viven mejor en las explotaciones intensivas y cómo eso afecta a su rendimiento.
“La composición nutricional de un filete es siempre casi la misma, independientemente de cómo haya vivido el animal o lo que haya comido, pero sus condiciones de vida influyen mucho en su ritmo de crecimiento, en su capacidad de reproducción y en su vulnerabilidad ante las enfermedades”, explica Mateos.
El estrés de los animales, explica, es el principal enemigo de los ganaderos, entendiendo como estrés el malestar y la agitación general que los animales padecen cuando están enfermos, asustados o, sobre todo, pasan demasiado calor.
“El estrés térmico les sienta fatal. Algo tan simple como que haga demasiado calor hace que no coman y no se muevan, y si no comen, no crecen”. Ocurre lo mismo con el miedo: los animales asustados se estresan, pueden ser agresivos y comen menos, lo cual supone menos crecimiento y, de nuevo, menos beneficios.
Los científicos buscan nuevas y mejores formas de controlar ese estrés. El enfoque tradicional consiste en medir los niveles de determinadas hormonas, principalmente cortisol, unidos a determinados cambios de comportamiento e inmunológicos, pero a día de hoy se empiezan a considerar insuficientes estos métodos tradicionales y se recurre a modernas tecnologías de genómica y proteómica para identificar biomarcadores y mecanismos moleculares relacionados con el estrés.
Existe un momento en especial en el que ganaderos y veterinarios ponen especial cuidado en evitar el sufrimiento de los animales y es en la antesala a su muerte. Las horas previas al sacrificio del ganado deben ser tranquilas para ellos, sin miedo, sin hambre, sin calor y sin dolor. Si estas circunstancias no se cumplen pueden sufrir el llamado estrés ante mortem, una circunstancia por la que cambios hormonales bruscos que afectan a la composición química de la sangre y del tejido muscular del animal.

En un estudio publicado en la revista Journal of Animal Science que analiza las opciones nutricionales para reducir este estrés se explica que “las respuestas fisiológicas al estrés ante mortem incluyen la deshidratación, el desequilibrio de los electrolitos, la disminución del glucógeno en el músculo y la destrucción de grasa y proteínas”.
Hay que considerar que todo lo que ocurre entre las 24 y las 48 horas previas a la matanza tiene un potencial efecto económico sobre el negocio del ganadero, que va desde una disminución de peso del animal todavía vivo hasta problemas de calidad de la carne a posteriori, identificados con las siglas DFD (dark, firm and dry u oscura, dura y seca) o PSE (pale, soft and exudative o pálida, blanda y exudativa), que hará que esta valga mucho menos cuando llegue al mercado.
En un entorno en el que los consumidores cada vez imponen más el criterio ético a sus decisiones alimentarias, tratar bien al ganado es una cuestión económica. No se trata de demonizar al sector ganadero y su industrialización, sin la que difícilmente sería posible alimentar a una sociedad acostumbrada a comer más carne de la que debería, sino de estudiar cómo hacer que la vida de esos animales sea lo más apacible y feliz posible.
Fuente original: aquí