Si dejamos de lado las creencias de lo que somos según los roles cambiantes que hemos desarrollado a lo largo de la vida, como: ser un hijo, padre, madre, profesión, estudios, estatus, religión, etc., ¿que queda de nosotros, de mí mismo? Un núcleo que siempre es el mismo al largo de toda mi vida; soy yo, aquel que un día nació y tomó conciencia de sí mismo. Y este núcleo es la energía que hace que el cuerpo se mantenga vivo. He nacido a través de unos seres físicos que han formado ese cuerpo, pero yo, la energía, el alma, ¿quién la ha formado? El cuerpo es cambiante a lo largo de la vida, va desarrollándose y tomando diferentes formas, desde el bebé hasta el anciano. El alma no, siempre es igual; siempre soy yo. El alma cuando deja el cuerpo no deja de ser (ahora algunos científicos empiezan a planteárselo). Pues, ¿quien ha formado la estructura de esta energía? Nadie; siempre existe y siempre ha existido. Por lo tanto, ¿por qué todas las religiones adjudican la paternidad de todos nosotros a Dios: la Madre y el Padre?
Cuando se acaba el día vamos a dormir, cerramos los ojos y dejamos de actuar; es como si muriéramos. Por la mañana despertamos, abrimos los ojos; es como si naciéramos. En este nacer, despertar, es en el que se basa el concepto espiritual de nacer de la Madre/Padre, Dios. Pues, es en estos momentos que Él nos hace dar cuenta de nuestra verdadera identidad, nos hace dar cuenta de que somos un alma dentro de un cuerpo y no un cuerpo que tiene un alma. Nos explica sólo en estos tiempos, que somos una energía espiritual que tiene las mismas virtudes que Él tiene, con la única diferencia de que Él nunca nace en un cuerpo propio, sino que entra en un cuerpo ya viejo para poder explicarnos, directamente, todos estos conceptos para despertarnos del sueño profundo en el que hemos dormido durante siglos.
Este despertar es como nacer. Esta es la paternidad de Dios, nos despierta a la conciencia de ser un alma, nos hace nacer, nos hace abrir los ojos a otra realidad. Este despertar/nacer sucede cada 5000 años, cuando volvemos a ser conscientes de lo que somos: somos como El, Dios, pero no somos Él, Dios. Le adoptamos como Madre/Padre y Él nos adopta como hijos porque nos guía. De ahí la paternidad de Dios en todas las religiones. El alma nunca se crea, siempre existe. El porque Dios nos despierta, nos hace nacer, es otro tema; ahora se haría demasiado largo, aunque ya se ha explicado en otras reflexiones.
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